Cuando pienso en la época dorada de la exploración espacial,
aquella fue tal vez la década más turbulenta del siglo.
Todos nos sentíamos amenazados por la guerra fría, había una
guerra abierta en marcha que costaba
cien hombres cada semana, el movimiento de los derechos civiles, asesinatos y
cosas similares.
En aquella década el panorama estaba envenenado. Sin
embargo, una de las joyas de la corona americana era la exploración espacial.
Las visiones audaces tienen el poder de cambiar las
mentalidades.
Cambian los prejuicios sobre lo que es posible, y cuando una
nación se permite a si misma soñar a lo grande, esos sueños prevalecen en las
ambiciones de sus ciudadanos.
Durante la época del Apolo no necesitábamos programas
gubernamentales para tratar de convencer a la gente de que hacer ciencia e
ingeniería era bueno para el país, era evidente.
Misiones totalmente financiadas a Marte y cualquier otro
lugar más allá de la baja órbita terrestre, se reiniciaría la capacidad de
América para innovar como ninguna otra fuerza social podría hacerlo.
Tenemos todos los síntomas en la sociedad actual, nos
arruinamos, nos ahogamos en deuda, no disponemos de todos los científicos que
necesitaríamos y los puestos de trabajo se van a otros países.
Yo afirmo que no se trata de problemas aislados, que son la
consecuencia colectiva de la falta de ambición que te consume cuando dejas de
tener sueños.
Las épicas aventuras espaciales plantan semillas de
crecimiento económico porque hacer lo que nunca antes se había hecho es
intelectualmente seductor, tanto si lo consideramos práctico como si no. Y
cuando lo llevas a cabo estos ejercicios, la innovación sigue como el día sigue
a la noche. Y cuando innovas, lideras el mundo, mantienes tus puestos de
trabajo y las preocupaciones sobre disturbios y regulaciones comerciales se
evaporan.
La llamada de esta aventura resonaría con fuerza a través de
la sociedad y el sistema educativo.
Actualmente, el presupuesto estatal de los Estados Unidos
destina cincuenta veces más dinero a programas sociales y educación que a NASA.
El medio centavo de presupuesto que recibe NASA, si lo doblamos, les aseguro
que podemos hacer que el país deje de ser una nación apesadumbrada y
desanimada, desgastada por la presión económica, para convertirse en una nación
que reclama su derecho a soñar con el mañana.
¿Cuánto pagarías por relanzar nuestra economía?
¿Cuánto pagarías por el Universo?
Neil deGrasse Tyson
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